Desastre Petrolero en Esmeraldas: Salud y Economía en Riesgo

Cuando ocurrió el desastre
La noche del 13 de marzo de 2025 una intensa temporada de lluvias provocó un deslizamiento en la zona rural de El Vergel, cantón Quinindé. El movimiento de tierra rompió el oleoducto Transecuatoriano (SOTE), una infraestructura de más de cuatro décadas que transporta el crudo amazónico hacia la costa. El tubo averiado expulsó un chorro de petróleo durante horas y liberó al menos 25 000 barriles, el derrame más grande del país en casi treinta años. El crudo descendió por quebradas y llegó rápidamente a los ríos Capricho, Viche y Esmeraldas.
En menos de un día, una gruesa mancha negra avanzó más de 80 kilómetros río abajo hasta el océano Pacífico. Manglares, estuarios y playas quedaron cubiertos de hidrocarburos. La municipalidad de Esmeraldas declaró la emergencia el 14 de marzo ante la magnitud del desastre y la amenaza para la salud pública.
Escala del derrame
El Ministerio de Ambiente calculó que al menos 80 kilómetros de cursos de agua fueron contaminados. Dieciséis parroquias resultaron afectadas a lo largo de la cuenca, y las riberas del río Esmeraldas quedaron "completamente saturadas" de petróleo. Dos de sus afluentes, el Caple y el Viche, quedaron prácticamente sin oxígeno y la fauna acuática desapareció. En el Refugio de Vida Silvestre Manglares del Estuario del Río Esmeraldas, las raíces de los mangles quedaron impregnadas de crudo y muchos peces, aves y cangrejos murieron.
El desastre golpeó de lleno a la población. La empresa de agua potable cerró la captación del río y alrededor de 500 000 habitantes se quedaron sin servicio por casi dos semanas. Nueve playas de la provincia también quedaron contaminadas y algunas se mantuvieron cerradas hasta abril por la presencia de crudo.
Emergencia sanitaria
Con los ríos envenenados, miles de familias debieron recurrir a camiones cisterna o a la recolección de lluvia para abastecerse. Las clínicas comenzaron a recibir a personas con erupciones cutáneas, irritación ocular, dolores de cabeza y náuseas tras el contacto con el petróleo o la inhalación de sus vapores. A finales de marzo más de 3 500 personas habían recibido atención médica por síntomas relacionados con el derrame.
El miedo a enfermedades respiratorias y gastrointestinales se extendió. La falta de agua dificultó el aseo básico y aumentó el riesgo de brotes de diarrea o hepatitis. Autoridades y organizaciones como la Cruz Roja distribuyeron kits de higiene y fumigaron barrios para reducir la proliferación de mosquitos, en una provincia que ya enfrentaba un brote de dengue.
Medios de vida en peligro
La catástrofe también fue un golpe económico. El sector pesquero artesanal prácticamente se paralizó: los científicos registraron caídas de entre 75 % y 90 % en las poblaciones de peces de los ríos afectados. Alrededor de 4 500 pescadores vieron interrumpidas sus actividades y más de 460 embarcaciones quedaron impregnadas de petróleo. La pesca de cangrejo azul, vital en los manglares, también se detuvo.
En el ámbito agrícola, el ministerio del ramo contabilizó 13 700 hectáreas de cultivos dañados por inundaciones y contaminación, y unos 96 000 animales de granja enfermos o muertos. En la zona directamente bañada por el crudo, unas 312 hectáreas quedaron afectadas y 61 se perdieron por completo. Plantaciones de plátano, cacao y aguacate quedaron cubiertas por una película aceitosa que marchitó las plantas. La cercana temporada turística de Semana Santa también se desplomó con las playas cerradas y reservas hoteleras canceladas.
Respuesta oficial e internacional
El gobierno nacional, a través de la Secretaría de Gestión de Riesgos, decretó la emergencia ambiental y movilizó comités de crisis. Camiones cisterna, unidades de tratamiento de agua y brigadas médicas fueron desplegados con apoyo de la Cruz Roja y organismos internacionales. Petroecuador activó su plan de contingencia, instaló diques de tierra y barreras flotantes e inició la remoción manual del crudo. Para finales de marzo la empresa reportó la recuperación de más de 30 000 barriles de mezcla de agua y petróleo.
El presidente Daniel Noboa anunció compensaciones económicas: cada familia afectada recibiría 470 dólares, mientras que se diseñó un plan específico para pescadores y dueños de embarcaciones. La ayuda internacional incluyó expertos en derrames enviados por la Unión Europea, sistemas de potabilización de agua donados por países vecinos y un equipo de evaluación de la ONU para coordinar las necesidades humanitarias.
Después del desastre
Aunque el suministro de agua comenzó a restablecerse a mediados de abril, muchas comunidades ribereñas siguen denunciando manchas de crudo en las orillas y malos olores. Ecologistas advierten que los hidrocarburos pueden permanecer en los sedimentos durante años y filtrarse a los cultivos o a la cadena alimenticia. Organizaciones locales como Amazon Frontlines realizan monitoreos constantes y exigen una reparación integral que incluya la restauración de ecosistemas y proyectos de desarrollo para las comunidades afectadas.
La recuperación será lenta. Biólogos estiman que los ríos "muertos" tardarán años en recuperar sus poblaciones de peces. Sin embargo, la solidaridad entre barrios, pescadores, agricultores e indígenas ha sido un elemento clave para enfrentar la emergencia. El derrame de 2025 quedará en la memoria de Esmeraldas no solo por la devastación que provocó, sino por la resiliencia de su gente y la urgencia de mejorar la seguridad de la infraestructura petrolera en el país.